Los últimos años han sido particularmente difíciles para el personal docente y quienes trabajan en establecimientos educacionales. La crisis sanitaria desencadenada por el Covid-19 ha tenido un impacto profundo en la salud mental de los educadores, con un alarmante 16.6% de ellos solicitando licencias médicas por esta causa en 2022. Este dato, más que una estadística aislada, refleja el clímax de una crisis que ha estado gestándose durante años, exacerbada por el confinamiento y las presiones adicionales que la pandemia ha impuesto en el ámbito educativo.
La sobrecarga laboral, la presión por alcanzar resultados académicos y la adaptación a nuevas modalidades de enseñanza han sido factores críticos en este escenario. Un estudio realizado por la Universidad Católica ha arrojado luz sobre la magnitud de esta sobrecarga, revelando que los docentes dedican, en promedio, 11 horas extras a su jornada laboral semanal. Esta situación no solo evidencia la dedicación de los profesionales de la educación sino también las demandas excesivas que enfrentan, las cuales tienen graves consecuencias para su bienestar físico y emocional.
Factores agregados y recomendaciones profesionales
Francisca Sáez, Directora Ejecutiva de la Corporación Educacional Eventuras, destaca varios factores que agravan la situación. Entre ellos, la necesidad de nivelar académicamente a estudiantes que presentan retrasos significativos, la frustración por las dificultades para impartir clases efectivamente, y el manejo de comportamientos disruptivos en el aula. Estos desafíos, sumados a la ya pesada carga laboral, pintan un cuadro de extrema exigencia para los educadores.
Ante este panorama, Sáez subraya la importancia de las vacaciones como una oportunidad crucial para que los docentes puedan recargar energías tanto física como emocionalmente. Las recomendaciones para aprovechar este tiempo libre incluyen el desarrollo de hábitos saludables, como una adecuada higiene del sueño, una alimentación balanceada, y la práctica regular de actividad física. Estas acciones no solo contribuyen a la salud mental y física de los docentes, sino que también mejoran su desempeño laboral al regresar al aula con una perspectiva renovada.
Estrategias de bienestar y conexión humana
Desconectarse digitalmente y practicar mindfulness o meditación son otras estrategias sugeridas para combatir el estrés y promover el bienestar general. La ciencia respalda la eficacia de estas prácticas en la reducción de los niveles de cortisol y en la mejora de los síntomas de ansiedad y depresión. Además, dedicar tiempo a fortalecer relaciones personales durante las vacaciones ofrece beneficios emocionales y cognitivos significativos, activando regiones del cerebro asociadas con el procesamiento emocional y la empatía.
La crisis en la salud mental de los docentes es un reflejo de desafíos más amplios dentro del sistema educativo, que requieren una atención y soluciones integrales. La implementación de políticas de apoyo, el reconocimiento de la importancia del bienestar docente y la promoción de un ambiente laboral saludable son pasos fundamentales para abordar esta crisis. La educación de calidad depende, en gran medida, del bienestar de quienes están al frente de la enseñanza, haciendo imperativo que se tomen medidas para proteger y promover la salud mental de los educadores.
Respaldando lo planteado, un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha señalado que los docentes en varios países enfrentan niveles de estrés significativamente altos, relacionados con la carga de trabajo y las demandas emocionales de su profesión («Teachers’ Well-being: A Framework for Data Collection and Analysis», OCDE, 2020). Este tipo de estudios complementa y contextualiza la situación descrita, ofreciendo una visión más amplia de los desafíos que enfrentan los educadores y la necesidad de abordarlos de manera sistemática y sostenida.