Crítica de «Mufasa: El rey león»: Nostalgia reverenciada

Recuerdo perfectamente cuando fui al cine a ver El rey león en 1994. Tenía tres años, a meses de cumplir los cuatro, era pleno invierno y solo la proyectaban en el Cine Regina, en el centro de Concepción. Ya se oscurecía más temprano y llegamos con mis padres bajo un cielo nocturno. Nos sentamos en las butacas del medio de la sala, mis padres a mis flancos, y fuimos deleitados, divertidos y conmovidos por una de las películas de animación capitales de todos los tiempos. Era obvio que habíamos presenciado un hito del séptimo arte. Fue la segunda cinta que vi en la pantalla grande; la primera fue Aladdín (1992).

También figura dentro de los recuerdos más entrañables de mi niñez cuando me compraron el VHS del filme, al poco tiempo después. Era cerca del mediodía, yo estaba en la cocina, frente a la puerta que daba al patio, mis padres me dijeron que me tenían una sorpresa, no sé si cerré los ojos y tampoco si lloré, pero cuando me mostraron el VHS lo tomé con ambas manos sin poder creer que ese objeto fuera real y me perteneciera. Fue una felicidad efervescente, gritona, risueña, tan absoluta que hoy me hace querer abrazar al niño que fui.

Amo a ese niño, lo entiendo, me cae bien y lo consuelo de vez en cuando. Y lo mimo también, mas como yo ya dejé de ser ese niño y ahora soy un adulto, solo me queda mimarlo desde lo abstracto de las cosas, honrando su felicidad pretérita, viva en mi memoria, a través de nuevas experiencias. Y, en efecto, una nueva experiencia llegó treinta años después, con el estreno de Mufasa: El rey león (2024), cuyo visionado es preciso enmarcar en el recuerdo personal, porque no se trata de mera nostalgia.

Si eres de mi generación y amas el cine, la expectativa de cualquier entrega de esta franquicia va a ser altísima, ya que el clásico animado original es un eslabón esencial de nuestra identidad. Pienso, asimismo, en esa gente que suele afirmar con vehemencia que este o aquel remake «arruinó su niñez». Esto es imposible, la niñez termina y ya, los disgustos no son retroactivos. Pero es razonable que ese lamento hiperbólico surja de sumar una nueva apreciación a una obra cinematográfica que otrora fue visionada, interpretada y archivada. Y si bien reabrir ese archivo no es un sacrilegio, sí es una lata, un trámite pesadísimo y, comúnmente, de resultado amargo. Un ejercicio tan desagradable y prescindible como la ola de remakes de Disney que pareciera no tener un próximo final.

Tal sinsabor me dejó El rey león de 2019, el remake de animación fotorrealista, y así lo consigné entonces en mi crítica. Por lo tanto, temía salir de la función de su secuela/precuela otra vez con un amargo retrogusto. Sin embargo, os traigo la noticia, para alivio de muchos, de que Mufasa: El rey león es diferente.

EL PESO DE UN LEGADO

El actor James Earl Jones, quien fuera la voz original de Mufasa, también conocido como la voz de Darth Vader, falleció en 2024, y el filme lo homenajea al inicio con un epitafio audiovisual solemne y hecho con tacto: su nombre aparece en una tipografía blanca sobre un cuadro negro y escuchamos una famosa línea de diálogo de su personaje en su voz; la versión doblada al español, que vi yo, conserva el inglés del fragmento y lo acompaña de los subtítulos correspondientes. Es un momento que le infunde al resto del metraje un tono elegíaco coherente con esta saga leonina, evocando la magia de 1994.

Es una precuela dentro de una secuela. Simba ya tiene una hija, la cachorra Kiara, heredada de El rey león II: El reino de Simba (1998), estrenada solo en video; cronológicamente, los eventos de Mufasa: El rey león acontecerían después de aquella primera secuela en 2D. Simba tiene que reunirse con Nala en un punto lejano de la sabana, dejando a Kiara al cuidado de los desternillantes Timón y Pumba y del sabio Rafiki, cuya voz está doblada por el mexicano Arturo Mercado, quien diera voz a Simba en el ‘94, y entendemos que los años no pasan en vano. Cae una lluvia torrencial, y para amenizar el tiempo Rafiki les cuenta a sus tres oyentes cómo el abuelo de Kiara se convirtió en rey, dando pie a largos flashbacks que constituyen la mayor parte del metraje, es decir, la precuela.

Conocemos a un Mufasa cachorro, quien sueña con llegar a Milele, una tierra paradisíaca de Tanzania que solo existe en las leyendas que sus padres le han contado. Su familia es amorosa y sólida, al igual que la que formará él mismo más adelante. Espera, ¿no hemos visto esto ya? Hakuna matata: la historia está estructurada según el ritmo y ciertos puntos de giro de la cinta del ‘94, y alcanza una calidez y diversión parecidas, aunque no puede duplicar la profundidad ni la intensidad emocional (sabemos que es imposible). Por otra parte, esto es bueno desde una perspectiva comercial, ya que los realizadores apuestan por redimirse ante los desencantados de 2019 y consolidar un público nuevo.

Tras una inundación que destruye su hogar, Mufasa se extravía y es rescatado por otro cachorro de león, Taka, el futuro Scar. Pronto es adoptado por la familia de Taka y ambos crecen como hermanos. No obstante, las cosas se complican para ellos en la adultez, y, al ser amenazados de muerte por una cruel manada de leones blancos, deben huir. En consecuencia, Mufasa emprende un periplo a través de la vasta y diversa naturaleza para llegar a Milele y estar a salvo ahí, y en el camino conoce a la emblemática cohorte de animales de la saga.

El protagonista guarda la esperanza de reunirse con sus padres, su único acicate para llegar a ese destino incierto, etéreo, y esto reviste al filme de una dimensión espiritual tan distintiva como sus temas de rivalidad fraterna, lealtad a la sangre y los valores inherentes a un soberano. Además, las canciones de Elton John son actualizadas y se añaden otras nuevas y muy buenas compuestas por Lin-Manuel Miranda, hallando este largometraje su lugar inconfundible en la franquicia.

SABANA RESTAURADA

Una de las cosas más decepcionantes de El rey león de 2019 fue el aspecto de la sabana, acre, seca y uniforme en pos del realismo, o, en este caso, del fotorrealismo, suscitando una inevitable comparación entre los fríos softwares de hoy y los románticos lápices y pinceles de antaño, empleados por las manos de artistas gobernados por la alegría y la fantasía.

Pero al continuar el estilo visual de su predecesora, Mufasa: El rey león incurre en su único gran defecto: los impresionantes detalles de la animación nos distraen frecuentemente de la historia, sobre todo cuando los animales esbozan certeras sonrisas. Vemos a los personajes hasta que notamos los efectos especiales. Por mucho que la propuesta de CGI sea contemporánea, la novedad no basta para asegurar el deleite estético que se espera de un espectáculo de Walt Disney. Y es irónico que un trabajo de tal excelencia no luzca tangible como unos dibujos. Es una ilusión a medias de una fauna parlante.

Por fortuna, hay un gran director a la cabeza, Barry Jenkins, de la oscarizada Moonlight (2016). Sabe que, en el fondo, este es un drama que depende del desarrollo de sus personajes, y agudas observaciones psicológicas compensan la verosimilitud que les falta a las imágenes. El humor y la seriedad fluyen en armonía como el agua de un río tanzano, y la bella paleta de colores restaura el sentimiento de esos recuerdos de los 90, cobrando un lirismo que nos hace creer que hay un edén cruzando el horizonte.

Y a propósito de los leones blancos, me pregunté: ¿acaso Simba va a pelear con Kimba? Y me acordé de que era Mufasa, no Simba. Si la película funciona tan bien y no colapsa debajo de su copiosa intertextualidad, es gracias a Jenkins, cuya dirección clara le saca provecho al material, creando un entretenimiento inteligente. Mufasa: El rey león reverencia al niño que fuimos.

Ah, y es obvio que habrá otra entrega. Esto es un ciclo sin fin.

 

Puntaje: 4 de 5 estrellas

 

Título original: Mufasa: The Lion King/Director: Barry Jenkins/Guion: Jeff Nathanson/Producción: Mark Ceryak, Genevieve Hofmeyr, Adele Romanski/Elenco de voces en inglés/Aaron Pierre, Kelvin Harrison Jr., Tiffany Boone, Kagiso Lediga, Preston Nyman, Blue Ivy Carter, John Kani, Mads Mikkelsen, Seth Rogen, Billy Eichner, Thandiwe Newton/Fotografía: James Laxton/Montaje: Joi McMillon/Música: Dave Metzger/País: Estados Unidos, Canadá/Género: Animación, aventuras, drama, comedia, musical, romance/Año: 2024/Idioma: Inglés/Duración: 118 minutos

Esteban Andaur
Esteban Andaur

¡Hola! Soy Esteban Andaur, tengo 34 años y soy realizador audiovisual y crítico de cine. Amo escribir, leer, ir mucho al cine y beber té todo el día. Siempre estoy en busca de algo inspirador.